Esta feria de octubre data de 1833 y desde el 1453 por un privilegio real la feria de Jaén se mantuvo durante un larguísimo periodo de 430 años en agosto, en torno al día de la Asunción
He vivido la feria de San Lucas de Jaén durante un periodo que abarca casi el medio siglo y siempre, en todo momento, percibí el cariño del pueblo de Jaén a esta tradición. El pueblo siempre estuvo por encima de los programas de festejos, lo cual no es una crítica para los organizadores sino un elogio del entusiasmo y de una manera de ser. Aunque sin duda, sería injusto no proclamarlo, el mayor atractivo de esta feria es su propia evolución que la ha hecho un ejemplo de participación, una feria como pocas, que es una enorme lección de apertura, democracia y pluralidad, como se demuestra con la variedad de casetas y todas con sus puertas de par en par, libres, sin guetos ni privacidades, sin exclusiones, donde todo el mundo es recibido y agasajado en un ambiente que es el que mejor define los perfiles de la feria, unas señas de identidad que tal vez no valoramos en su justa medida.
La de San Lucas es hoy una gran feria, plenamente consolidada, que es ciertamente la última en el calendario pero que no debe sentir tampoco aquí complejo alguno de inferioridad, y el que lo dude sólo tiene que vivirla, en la seguridad de que repetirá. He conocido, por mis años, la aventura de organizar las ferias de Jaén, las a veces inhóspitas condiciones feriales que ha sido un problema añadido para los organizadores que han tenido que forzar la imaginación y el esfuerzo para tratar de satisfacer. Y he asistido, como cualquier jienense a esa cierta impotencia y resignación secular sobre los condicionamientos de estas fechas del calendario que se nos decía jugaban en contra, cuando el tiempo ha venido a demostrar que cuando se quiere es fácil superar todos los obstáculos.
Hoy por fortuna tenemos un digno recinto ferial, que ciertamente se resistió y del que me alegra que lleve el nombre de Alcalde Alfonso Sánchez Herrera, un entrañable servidor público querido por todos y militante activo de Jaén, fallecido hace algo más de dos años. Cierto que esta feria, como casi todo, puede ser susceptible de mejora, pero a día de hoy compite con la mejor de las ferias y tiene lo que le corresponde, la dimensión que demanda una capitalidad de provincia y una ciudadanía que plantea demandas festivas a las que lógicamente tiene todo el derecho.
Se ha acudido a la figura del Condestable Miguel Lucas de Iranzo como referente, que como saben no era ningún santo, aunque el histórico y polémico personaje fue un vocacional inspirador de la juerga y la diversión y constituyó su sola presencia y sus fastos un hecho revolucionario en la época en la que tuvo protagonismo por lo que hay que reconocerle que contribuyó a dar prestancia y proyección a Jaén, y cuyos ecos aún se recuerdan al día de hoy, la prueba es que el Condestable está omnipresente e íntimamente unido, al menos desde hace varios lustros, a esta cita festiva, dicho esto sin perjuicio, insisto, en que encontremos una definitiva identidad a la gran manifestación ferial.
Pero esta feria de octubre data de 1883 y desde el 1453 por un privilegio real la feria de Jaén se mantuvo durante un larguísimo periodo de 430 años en agosto, en torno al día de la Asunción. La Real Sociedad de Amigos del País propuso en el citado 1833 realzar la feria de octubre como feria agrícola y ganadera con festejos. Así, las ferias de agosto y octubre convivieron durante años pero por motivos económicos, en 1855 se celebró sólo la de octubre, que fue desde antiguo una singular feria de ganado como describe Pascual Madoz, que llegó a tener una gran relevancia y que por cierto deberíamos cuidar de que no desapareciera del todo a pesar de que han cambiado los tiempos y con ellos la finalidad del ganado, pero poco cuesta mantener en lo que se pueda encendida la llama de una vieja costumbre que hizo de Jaén un foco de atracción no sólo para la provincia sino para todo el territorio nacional.
Ante y sobre todo las feria y fiestas que ya se inician entre nosotros, nos han de mostrar su cara abierta a la sonrisa, con el signo inconfundible de su bullicio y su alegría. Siempre la feria es la misma en su eterna mudanza. Para unos es el gozo estimulante, el descanso y el escape de las ocupaciones habituales. Para otros, con la mirada hacia atrás, es ocasión para recuperar, con el recuerdo, estampas de fiestas vividas, al calor de ciertas nostalgias que se mueven en la memoria y que rasgan el corazón. La feria pues tiene para todos, grandes y pequeños, un gran poder de evocación.
Tradición taurina
La corrida del siglo, hace 50 años, el 13 de junio de 1971, supuso una gran proyección de esta ciudad para todo el mundo, ya que se supone que el festejo llegó a más de 500 millones de personas.
Tienen nuestras ferias y fiestas una notable tradición taurina. La primera plaza de toros de Jaén como recordaba en un trabajo el cronista Vicente Oya, fue inaugurada en agosto de 1847. En ella se dieron importantes corridas, unas veces en agosto y otras en octubre. La actual plaza, que levanta su estructura en el mismo sitio de la vieja, llegó a tener dos inauguraciones, una el 18 de octubre de 1960 y la definitiva, el mismo día dos años después, en 1962. La primera corrida en 1847, un 15 de agosto, con toros del marqués de la Merced, lidiados por los hermanos Antonio y Ricardo «Camará» fue un día inolvidable como pueden imaginarse en el Jaén de aquellos tiempos. En la inauguración del actual coso de la Alameda, con ganado de Carlos Núñez, intervinieron nada menos que Diego Puerta, Paco Camino y Manuel García «Palmeño». Por esta plaza han desfilado todas las primeras figuras del toreo y todavía perdura en la memoria de muchos jienenses la corrida del siglo, hace 50 años, el 13 de junio de 1971, que supuso una gran proyección de esta ciudad para todo el mundo, ya que se estima que el festejo en el que alternaron El Viti, El Cordobés y José Fuentes, llegó a más de 500 millones de personas. Han leído bien.
Resaltar el papel de la feria de ahora que estamos en la cumbre de las grandes fiestas, no supone renunciar, con sus altibajos, al reconocimiento del esplendor pasado, lo cierto es que la presencia ganadera y las corridas de toros ejercieron siempre una gran atracción, lo que hacía que la ciudad se llenara de visitantes y que todo Jaén se echara a la calle, como al menos lo hacen dos veces cada año, la otra es su Semana Santa. Lo cierto es que al socaire de los principales atractivos feriales hubo siempre actividades culturales, deportivas y recreativas. Baste con acudir a los viejos programas de las fiestas para comprobar cómo en otros tiempos se organizaban buenos ciclos de teatro en los desaparecidos Cervantes y Asuán, de los que tanto sabía mi entrañable amigo, de esos amigos de verdad, el doctor Benito Rus Morales, otro grande que nos dejó, también oro auténtico de Jaén.
Teatro y así también conciertos musicales, exposiciones de arte y competiciones deportivas, atracciones de todo tipo, incluida la vieja reliquia de las variedades de Manolita Chen, el tan querido y veterano concurso hípico nacional, los festivales de coros y danzas con nuestros grupos de la asociación Lola Torres y otros tantos, demostraciones de maquinaria agrícola y un largo etcétera. Hoy, reitero, se ha llegado a un momento de esplendor y de apogeo de estas fiestas que ofrecen un haz de atractivos y sugerencias, acomodadas como es normal al tiempo presente.
Desde la consolidada feria de día que se ha hecho un sitio en el real de la feria y en el centro histórico, en sus celebradas y reconocidas tascas, con el concurso siempre dinámico de la asociación Arco del Consuelo-Casco Antiguo, que aporta otras cosas como sus chilindrinas o una forma desenfadada de ver Jaén adobada con una necesaria y saludable crítica; hasta el protagonismo de una banda municipal de música que es, mejor dicho que sigue siendo un gran orgullo de Jaén y que ha tenido grandes directores, ahora directora y muy buena, y excelentes músicos; o la vida de la caseta municipal donde se rinde homenaje al recordado Pepe ‘Polluelas’, un clásico que está en la memoria de quienes le estimaron a él y a su arte popular; la cabalgata, la fiesta de la participación y el anuncio explosivo de un sentimiento festivo plenamente arraigado en la manera de ser de los jienenses; las compañías de teatro que acuden a la llamada de la feria y colocan una nota de cultura y de entretenimiento en la agenda de estas fechas; los conciertos de todo tipo para satisfacer a los diferentes colectivos, y en especial a la juventud que llena las casetas y se merece una apuesta; la programación infantil que ha de ser una prioridad en cualquier feria que se precie…Y naturalmente el concurso de los feriantes con sus atractivos cacharros, que también evolucionan como los tiempos, que son una parte muy importante de la feria y el escenario de diversión para los más pequeños; sin olvidar a esas casetas instaladas por colectivos de todo tipo que rivalizan en ofrecer las mejores manifestaciones gastronómicas, y el mundo de la restauración de la ciudad que una vez más se pone a la altura de las circunstancias…y es que la feria es de todos y para todos, y la feria es una gran suma de sumandos, una banda en la que nadie puede desafinar, ningún instrumento, si queremos que todo discurra de la mejor manera posible en orden a la diversión sana de jienenses y visitantes.
Una ciudad tan señora
La capital del Santo Reino me cautiva por ser como es, tan señora, desde luego para mí tan andaluza, y tan dueña de sí misma.
Jaén me cautiva y me ha ganado por entero. Es la nuestra una ciudad privilegiada, de la historia, de la tradición, y de la naturaleza. De la vida en definitiva. Y me cautiva por ser como es, tan señora, desde luego para mí tan andaluza, y tan dueña de sí misma. El Jaén del ayer convive con la ciudad de hoy que se transforma, aunque sigue latiendo en un agradable clima de tranquilidad, en unos tiempos de prisas y de tensiones, y que sólo precisa del impulso oficial desde el diálogo para que se convierta definitivamente en lo que tiene que ser, una capital de provincia moderna, donde no sólo presumamos de calidad de vida sino también de infraestructuras y equipamientos que este pueblo puede exigir porque se lo merece.
La feria, como una grandísima manifestación ciudadana, también nos invita a dar respuestas para encarar el futuro con otro aire, con desafío, con una mayor dosis de ambición. Exigir sin complejos a todas las instituciones para que no se cierren puertas ni se juegue con el destino de toda una ciudad. Y la feria es igualmente una oportunidad irrepetible para hacer votos por ese Jaén sentimental que todos llevamos dentro. Desterrar cualquier sensación de conformismo y en la convicción de que esta ciudad debe seguir cambiando pero sin tocarnos para nada lo más sagrado, las raíces de nuestro ser, todo aquello que nos une en el orgullo de ser de Jaén. Nos consuela de algún modo de que el hecho de que podamos presumir de esta tierra ha sido porque históricamente se ha entregado, ha estado dándose continuamente, con un enorme sentido de la generosidad y del desprendimiento.
En cuanto a nuestra condición de jienenses, en esto no debemos permitir, y estoy convencido de que estamos todos en esa sintonía, medias tintas y que tenemos que luchar porque Jaén sea Jaén. En un tiempo de cambios y de transformaciones, en el que otros lugares imponen o tratan de imponer sus modas, sus conductas, esta capital debe hacer un necesario esfuerzo para que lo propio, lo nuestro, brille siempre con su luz, de manera que tengamos motivos suficientes para poderlo expresar. La vocación de Jaén ha de ser estar siempre en la primera división, es decir en la primera fila. Y esto requiere predicar menos pero dar más trigo, ayer, hoy y siempre. No nos engañemos, el Jaén mejor ni debe reducirse a una cuestión política, ni a una confrontación más, sobre todo cuando esto sea igual a la pérdida de posibilidades y a que no cojamos nunca ningún tren. El objetivo prioritario de todas y de todos ha de ser que Jaén esté siempre en lo más alto. Y para ello hay que tener claro que se confía y se cree en esta ciudad y en su capacidad de liderazgo. En fin, la ciudad es un haz de sugerencias atractivas. ¿Quién no se ha emocionado alguna vez con las notas del himno a Jaén, la bella ciudad de luz? Hay muchos motivos para el orgullo. Y muchos mea culpa que entonar.
Esto no me lleva más que a la conclusión de que es importante reivindicar a los jienenses más ilustres del pasado y del presente, que prestigian el nombre de esta tierra y no sólo desde dentro, sino también lamentablemente desde fuera, habiendo abandonado muchos su cuna en unos casos por obligación, cierto, pero en otros, tal vez ahogados por el provincianismo estrecho y miope. Me gustaría dar nombres pero no quiero olvidarme de nadie y si así lo hiciera cometería un imperdonable acto de injusticia a la memoria de muchas personas que laboraron para dejarnos un Jaén mejor con suficientes motivos para que hoy nos sintamos con orgullo legítimo de ser de aquí. Qué decir de nuestra hermosa Catedral, una de las más bonitas de España, que a estas alturas ya debería ser Patrimonio de la Humanidad, ya que los primeros pasos empezaron a darse en el año 2004; o de nuestro casco antiguo irrepetible que se merece todo el mimo, los Baños Árabes y la judería que ha de ponerse también en el escaparate, el añorado Jabalcuz que pudo ser y no fue…el Castillo que es otra joya de la capital, y naturalmente esos retos de dar vida al fin a ese gran museo que dé cobijo a una singular riqueza en el arte ibérico y poder presumir también de eso.
Por sus fiestas los conoceréis
La feria, aunque sea como la de este año, todavía abreviada por las circunstancias de la pandemia y la necesidad de no bajar la guardia del todo, es la mejor excusa para que el pueblo cumpla con sus necesidades de diversión.
La feria, aunque sea como la de este año, todavía abreviada por las circunstancias de la pandemia y la necesidad de no bajar la guardia del todo, aunque pretendemos actuar con un lenguaje de normalidad, es la mejor excusa para que el pueblo cumpla con sus necesidades de diversión. También la fiesta, según los expertos, puede ser un factor de vital importancia para observar cómo se comportan determinadas sociedades. Pues bien, si por sus fiestas los conoceréis, está claro que en el caso de Jaén hace tiempo que se superaron cálculos, porque es la gente la que hace la fiesta y este es el mejor diagnóstico de su estado de salud presente y futuro. Porque la ciudad no es nada sin la gente que le da vida.
Así es que ya está aquí, con ganas de arrancar a galope, una nueva feria de San Lucas, la feria de todos y para todos.
Todo viene a decirnos lo que somos, historia y grandeza. Y lo grande por buena voluntad que se tenga no se puede plasmar ni en el más grande de los cuadros, ni en la más sublime de las músicas. Por lo tanto terreno abonado para los mejores productos del amor jienense en estos días.